jueves, 31 de mayo de 2012

Alessia

Cada mañana Alessia se despierta con los labios resecos, con su manta favorita entre sus brazos casi rosando el suelo, su almohada plasmada de sueños opacados por la sombra de su inocencia, y en su velador una foto fantasma de cuando era una niña. En su habitación, sus muñecas están guardadas en cajas, maltratadas, totalmente sucias, y sus peluches se encuentran llenos de polvo. Sin percatarse, el tiempo creció así como ella, y como una joven enamorada, su corazón se dejó llevar por las ilusiones, y la inexperiencia de su amor tomó decisiones sin el permiso del pensamiento. 
En plena madrugada el insomnio le hizo compañía, y en un estado de melancolía se acercó a la ventana, y mientras miraba el cielo buscaba entre sus estrellas algún deseo que le haga retroceder el tiempo hasta llegar a aquel instante en donde su esencia se perdió en la mentira de la infinita y traicionera oscuridad. Las horas y el miedo le hicieron perder la sonrisa, quedó confundida e indefensa ante los ojos de quienes le dieron la vida. 
Aturdida y dejando de lado los sentimientos, seguía entre el abismo de su juramento y su locura, no podía sonreír como antes después de lo que había hecho. Los días ya no eran iguales para ella: sin color, sin vida, sin sentido. Viéndose al espejo su reflejo era diferente, su voz no tenía la misma tonalidad, sus manos acariciaban con pena su frágil cabellera, sus mejillas rojas y el brillo de sus ojos emanaban miedo. 
Un impostor de aquellos que andan por la vida, se robó su corazón y algo más que eso. Encantada por caricias y por dulces palabras, el supuesto caballero descubrió las orillas de su andar, adornó el sutil templo del secreto y añoranza con su mirada y disfrazado de un amor verdadero se hizo dueño de su piel, robándose la inocencia de su alma. Después de lograr su cometido, nunca más se apareció. Alessia se sentía perdida entre los bastos y duros momentos que vivió con él. Ella lo amaba demasiado, él solo la veía como un pasatiempo. Las noches eran infinitas cada vez que se sentía sola, el frío la visitaba congelando sus recuerdos y el cariño ya no la abrigaba más.
Con la dulzura que la caracterizaba, escondió su sonrisa a espaldas del dolor y se aferró al misterio que colgaba de sus sueños mientras la luna protegía su noche de extraña confusión. Su ternura descansaba bajo sus ojos, se abrazaba a solas, no sabía qué hacer, ni qué decir, solo sentía temor al esconder secretos que la agobiaban a cada instante. En su rostro se dibujada el desdén del arrepentimiento. «No fue el momento, no debí caer en su juego», se decía a oscuras y cerraba sus ojos antes de que las lágrimas empezaran a brotar de nuevo.
A Alessia la vida se le adelantó, le dio muchos atajos pero no supo elegir el camino correcto al andar con alguien que no iba en busca de un corazón. Atrapada en el mundo que le pintó, juró todo por él, pero aun así la dejó. Ella se desvaneció mientras veía como él se iba, llevándose sus alegrías y los sentimientos que nacieron por ser su primer amor, por ser su primera decepción.


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