domingo, 9 de junio de 2013

Agobio

Es imposible esconderte, arrebatarte de esta memoria que diagnostica tu nombre casi a diario, que te recuerda constantemente y se vacila entre las horas para herirme durante mi jornada, y que solo le provoca un miedo, una atadura a punto de romperse con el don de repararse con su misma fuerza, con su extraña capacidad de revivir emociones, pero que no siente, que no piensa, que no existe, y que solo atormenta y rejuvenece en el momento menos esperado.
Esa clase de histeria agobiada por la pérdida de un presente que olvida su camino, que pretende ilusionarse para volver a caer, y que ya no se sostiene de nada, que solo busca pero no encuentra, que empieza y no termina; no hace más que apaciguar el arrepentimiento de haber soltado aquellas manos, y se refugia entre historias que se olvidan con los días, entre aventuras de instantes o de noches de encuentros, entre hojas, entre libros, entre la soledad y la compañía.
Aquella locura me obliga a inventarme una ruta inexplorable, cansada, animosa y luego traicionera, que recuerda pero no olvida, que intenta pero se rinde, y se confunde con la oportunidad de dar un paso atrás para olvidar lo vivido y empezar de nuevo, sabiendo a ciencia cierta que así no funcionan las cosas. 
Este invento, tu invento, el mío, es solo un sentimiento masoquista que tiene vendas en los ojos y pronuncia una esperanza; que no compite con la realidad y se aferra a puertas entrecerradas, robándose lo que da y que no espera recibir, prohibiéndose vivir para congelar el tiempo, e intentar predecir el futuro, entre el tumulto de la vida, de los sueños, y de esa idea que siempre llega tarde con las ganas atrapadas en el alma, de algo que ya está muerto y que ya no resucita. 
Esa manía de ver todo en tiempo lento lo entorpece, lo juzga, lo pretende, y lo inmuta y lo enfurece por el temor de algo que está escondido, y que lo incitan a despojarse de sus instintos para salir en busca de ese motivo tan íntimo, de esa belleza llena de veneno, de esos besos en labios asesinos, con la intención de rescatar aquel cuerpo que se suicidó por el amor, por la alegría, y para acabar con la duda de saber si logró sobrevivir a ese cuerpo que un día tapizo el suyo, que fomentó la libertad y la unión, pero que luego confundió cada uno de sus sentidos, en forma de orgullo, de misterio, de noches largas, vacías e inmerecidas por el tiempo…


1 comentario:

  1. Hola! Ya pasé a visitarte, he leído esta primera entrada tuya y es muy bonito lo que escribiste, me gustó. El tiempo siempre es lo que nos queda y lo que nos falta en ocasiones.

    Saludos! cuando quieras ya sabes donde estoy.
    http://sensaciondeamanecer.blogspot.com.es/

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